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martes, 27 de noviembre de 2012

«Teporochos», herida purulenta de una sociedad enferma e indiferente
v  La sociedad tabasqueña es más proclive a sentir lástima por un perro que por estos  mendigos.
v  El sufrimiento para estos suicidas antes del desenlace es terrible, aunque para ellos, es más soportable que el olvido y la despreocupación de la sociedad.

De andar lento, mirada perdida, vestimenta andrajosa y sucia, sudorosos, desaliñados, los seres de los que comentamos, representan una mancha en la sociedad que los ignora, que no se ocupa de su situación precaria en todos sentidos, en lugar de preocuparse por estos desamparados, tratar de concebir y poner en práctica un programa, o programas y acciones sustentadas en un adecuado proyecto que incluya un equipo interdisciplinario de profesionales en diversas ramas que pueda no solo atenderlos, sino rescatarlos e insertarlos de nuevo en la sociedad a la que pertenecen y la cual les ha dado la espalda.
 
Por alguna razón se abandonaron a sí mismos, o los abandonaron sus familias. No tuvieron otra alternativa a su desgracia, o simple y sencillamente no quisieron buscar otra solución a sus problemas económicos, laborales, sociales o familiares, de salud incluso al saber de algún padecimiento incurable que más temprano que tarde, al igual que ahora, desembocara en la pérdida de su vida.
    
Para estos menesterosos de condición miserable, no existe esperanza alguna. Sobreviven alimentándose con desperdicios, consumen alcohol etílico todo el día, duermen en la vía pública totalmente desprotegidos de las inclemencias del tiempo, sobre el piso o cartones y papeles, y sus necesidades las hacen al aire libre, bajo la mirada indiferente de todos; ciudadanos y autoridades de todos los niveles.
 
 Forman parte de una comunidad olvidada, a la vista de todos pero al mismo tiempo oculta. Algunos se  dirigen a cualquiera persona en tono amenazante, altanero, soez, o exigente, pero los más de estos desdichados se acercan en forma alegre, dicharachera, amable, a quien le solicitan una moneda para la coperacha que entre ellos hacen para adquirir aguardiente o alcohol, el elixir que utilizan para mantenerse, de manera aparente, fuera de su brutal realidad.
   
La sociedad tabasqueña, es más proclive a sentir lástima por un perro que por estos mendigos que buscan terminar sus días a través de la ingesta desproporcionada de destilados, líquidos adulterados o fabricados con sustancias químicas altamente nocivas para la salud de las personas, o restos de comida contaminada o echada a perder.

Los denominados «Teporochos», lo único que hacen con tan dañina práctica, es prolongar su agonía, recrudecer sus problemas físicos y mentales.
    
Lo peor de todo para estos suicidas, es que su muerte es más lenta. El sufrimiento antes del desenlace es terrible, aunque para ellos, esto quizá es más soportable que el olvido y la despreocupación de una sociedad que se escandaliza más de la condición de un animal que por la suerte de un ser humano.
 
Es tiempo de que las autoridades, sobre todo las que van a tomar el mando en Tabasco, se avoquen a conformar, se reitera, un equipo multidisciplinario de profesionales en diversas ramas relacionadas con la atención a la salud y el bienestar de las personas, con el objetivo de atender, rescatar y reinsertar en la sociedad a los infortunados que pululan en los bajos de los puentes Grijalva, en los alrededores del mercado público «Lic. José María Pino Suárez», en otras partes de Villahermosa, o en cualquiera otro lugar donde se encuentren en el territorio estatal.
 
 A esta tarea debemos contribuir de alguna manera—estamos obligados—, todos los miembros de la sociedad tabasqueña tan urgida de retomar el camino de la solidaridad y generosidad para con nuestros semejantes. (JRSL)

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